domingo, 3 de junio de 2012

Dedos que hacen arte


Sólo basta su imaginación y sus dedos, para hacer bellas creaciones.Sólo basta su imaginación y sus dedos, para hacer bellas creaciones.

Las robustas manos de Esteban se ‘transforman’ en
pinceles, de las que surgen bellas pinturas en miniatura

Domingo, 03 Junio 2012
Fredy Ruiz C.
El Mundo de Córdoba

Tiene las manos del hombre Hulk y pinta en cuadros miniatura. Esteban Huerta Ramos utiliza los dedos como pinceles para poner la luz de la luna, y su reflejo delicado sobre los lirios.
Creció y trabajó en el campo y siempre quiso pintar. Con el azadón en la mano soñaba con el pincel, pero tenía que mantener a su familia, a la muerte de su papá Odilón Huerta cuando tenía 13 años.
Pero el jornal no le permitía obtener suficiente dinero, así que un día, decidió viajar a la Ciudad de México para obtener más recursos: trabajó como ayudante del albañil -donde endureció e hizo más grandes sus manos-. Esto hasta que la televisión le mostró algo que cambiaría su vida.
De la caja boba salía la historia de un hombre que pintaba con los dedos. El nombre del programa “Increíble”. Él todavía con rastros de cemento seco entre el meñique y el anular se dijo a sí mismo: si él puede hacerlo por qué yo no.
Aprendió lo que había que saber, a través de otros pintores. Empezó a poner sus dedos fuertes sobre la plasta y luego a “pintar como podía” los rasgos de algo todavía imperfecto. “Tenía que lograrlo. Sabía que me iba a dedicar a eso toda mi vida, y que así iba a vivir”. La práctica le dio la ansiada habilidad.
Cuando regresó a Toma-tlán ya se movía por Veracruz en distintas exposiciones y mostraba su destreza para pintar diminutos cuadros en unos 15 minutos: paisajes como el pico de Orizaba. Con lo que ganaba ya le daba un dinero a su mamá, Zenaida Ramos, aunque todavía no le explicaba a qué se dedicaba con exactitud.
Un día la sentó a ella y a su familia frente al televisor. Pues iban a pasar una nota de él hablando de su arte. Esteban estaba nervioso. “No sabía si las palabras (que había dicho) estaban bien”. Volteaba a ver a todos, esperando respuestas, hasta que doña Zenaida habló.
“No hay duda. Sí eres tú el que sale ahí”, le dijo. A Esteban le brillan los ojos de recordar ese momento. “Mi mamá se emocionó mucho, a pesar de que no tenía el conocimiento”. Sus familiares quedaron encantados reconociendo su trabajo, y cómo había hablado ante las cámaras.
Mamá todavía le diría algo más: “Hablas poco y dices mucho”. Los demás coincidieron con ella. A Esteban, le dijeron, se le ocurrían las palabras exactas en el momento justo. El hombre grande tenía entonces, además de pintor, algo de poeta. Zenaida moriría tres años después.
Esteban tiene cinco hijos. Los dos hombres, Alejandro y Fernando, han aprendido la misma técnica de papá y ahora mantienen a sus familias con este trabajo: la pintura dactilar. “Es la única herencia que les deja uno. Ellos ya aprendieron lo que yo conseguí casi en 27 años. Me da gusto”.
Esteban ha tenido otros aprendices: niños que se quedan admirados con sus dedos creando montañas bajo la luna, y que se interesan por el arte. Dice que no es un hombre rico, pero vive feliz desde el momento en que decidió ser el hombre “increíble”.

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